
Llovía, si, pero bajo los soportales de la vieja ciudad donde miles de pasos apresuraban la tarde ya en su crepúsculo, caminaban dos almas errantes en busca de refugio para sus penas de amor. Compostela les abría las puertas de sus entrañas, en las empedradas calles milenarias los bastones y las conchas de peregrino se dirigían hacia el mundo de los sueños después de un agitado día. A lo lejos los sonidos de la Berenguela marcaban las lentas horas que dejaban paso a la fría noche Gallega, que a las orillas de un Sar silencioso, dejaban los destellos de una luna plateada que envolvía las plazas mas emblemáticas de Santiago.
Como si de un hechizo se tratase nuestros protagonistas apuraban sus andares escapándole a una tímida lluvia que se asomaba por los cercanos horizontes, coloquialmente llamada Orvallo en la lengua melodiosa del rey Breogan fundador de Galicia. Habían cumplido su misión eran ya Peregrinos con la Compostelana sellada y firmada por los muchos albergues que habían tenido la bondad de cobijarlos en las noches austeras de su largo recorrido por el camino Francés que les llevó a postrarse de rodillas ante el Santo Adalid Apóstol patrón de las Españas, cual rezaba la canción-himno que habían entonado al son de unas gaitas que les hicieron llorar. Y allí ante el altar mayor de la catedral se juraron amor eterno tocados por la varita mágica de las meigas que tan sabiamente les habían guiado a través de montes y valles para tal menester. Nunca digas que has sido el mas feliz de los mortales si todavía no has cruzado el Pórtico Da Gloria o has contemplado la fachada que hábilmente diseñó el Mestre Mateo, o as besado al amor de tus sueños bajo un fino Orvallo en una noche cuajada de estrellas bajo el cielo Compostelano al arrullo de una melodiosa gaita que deja perder sus notas en el mágico ocaso gallego.
Manu
Desde este verde rincón del mundo llamado Galicia, para todos los que tenéis el sueño de viajar haciendo el camino de Santiago y aun no lo habéis podido hacer.
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