
Envolviendo las cajas, con sus últimos recuerdos, Elisa dejo volar su imaginación hacia mundos lejanos, hacia ya tres días que no paraba, la angustia de la incertidumbre invadía su cuerpo de extrañas sensaciones, en unas horas, estaría allí, en el confín del mundo, dejándolo todo por un inconfesable amor, ese deseo incontrolado que la hacia vulnerable a todo, y que afloraba sus instintos, mas de una vez.
Quedaba un largo recorrido, hacia su destino, unas cuantas llamadas por hacer, unas despedidas dolorosas, buscando la forma más sencilla de despegarse de todo, y el miedo a no saber hacerlo.....
Una vez mas miró por última vez su confortable casa, y recorrió con lágrimas en los ojos las alcobas una a una, saboreando el aroma de los perfumes dejados en cada una de ellas.
Lentamente, cogió su chaqueta y ya sin mirar atrás, cerró la puerta, miro a su madre y le entrego las llaves, ella sabría que hacer con todo.
Ya en el avión la voz de la azafata la despierta de un sueño que pronto hará realidad, ¡por fin! su asignatura pendiente esta a punto de ser aprobada, atrás quedan los días de incertidumbre, su tierra, su gente, toda una vida dedicada a la enseñanza en un entorno lleno de comodidad, y todo es tirado por la borda para cumplir el mas grande de sus deseos. Llega al aeropuerto de su destino, y ya en la escalerilla del avión, lo ve a lo lejos, vestido con sus ropas negras, como siempre, con una sonrisa en los labios, alza sus manos para ser reconocido, ella baja apresurada y al llegar a su lado esboza también una sonrisa, mientras le besa la mano, y le dice:
"Padre Daniel, estoy lista para partir hacia mi puesto de misionera" satisfecho el buen franciscano corresponde a su cortés saludo acogiéndola de la mano al tiempo que le dice:"lo se hija mía, lo se" "que Dios te bendiga, por ese amor hacia tus semejantes".
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